miércoles, 26 de septiembre de 2012

Autocrítica social


El payador describe cómo se dan ciertos males generales en la sociedad mendocina (soberbia, hipocresía, machismo, banalidad), y no se excluye de la estupidez general.


Esta tarde está cayendo
y ya se me viene encima:
pa apurar un poco el tiempo
agarro el teclao brioso
y lo hago sonar ansina.

Van unos versos tiraos
como semilla al galope,
disordenaos pero algo
crecerá sin que se note.

La crítica de costumbres
es género muy mentao
ansí que no invento nada
si tiro este breve ensayo.

Vamo entonce entrando en tema:
la soberbia y la ceguera
de algunos zonzos vecinos
que se cren mejor que otros
aunque viven sin destino.

Parece que a algunos criollos
les sobra tiempo y lugar
pa darse dique aunque no haiga
razón para tal cantar.

Me refiero a fanfarrones,
como algunos periodistas
que se cren que porque andan
todo el día en lo virtual
están salvando a la patria
vaya a saber de qué mal.

Y si les cortan la luz
o los dejan sin señal,
dicen fuerte los cagones:
“cospiración nacional”.

Son salvíficos, perfetos,
siempre tienen la palabra,
es que ellos jamás se callan
y hay que aguantar sus berrinches
si llegás a criticarlos
por alguna de sus fallas.

También está el juncionario
que junciona a negociao,
y se escapa de la crítica
como chancho enjabonao.

Ni hablar de los empresaurios,
peces gordos y demás,
son la mafia más horrenda
que debemos soportar.

Risulta entonces, hermanos
de la copla mendocina,
que somos todos perfetos,
acá naides se arrodilla.

Pero esta provincia está
como está no de casuela,
que el rico se hace más rico
y el pobre siempre se pela.

Andá a criticar, probalo,
a un somelié cualquiera,
pendejos que porque saben
dos tonteras de los vinos
se creen más argentinos
que el mesmito Santos Vega.

Laburan para los gringos,
defendiendo “varietales”
(mentira, ninguno es puro),
los venden como elisires,
al triple de lo que valen.

Ahura vamo al caretaje,
bicho más que propagao,
no hay vacuna, me parece,
que te saque dese estao.

Ansí es esta Mendoza,
desfile de mucha máscara,
el que no gana la empata
y el que pierde no amilana.

Los garcas se encierran bien
en sus barrios batilanas,
sus hijos cren que la vida
tiene código de barra.

Deste modo es que se crían
los zopencos del mañana,
se sienten dueños de todo
con su nariz bien parada.

Este modelo del ésito
lo fertilizan los medios,
que ya no hacen periodismo:
escriben pa meter miedo
y defienden intereses
pues de los mesmitos dueños.

Güelvo al principio, entonce,
y digo hay complicidá
entre distintos setores
para que el modelo este
basado en más esclusiones
crezca cada vez más sano
a costa de la salú,
la dinidá y el rispeto
de todos los ciudadanos.

Pasemo a tema embromao,
y voy pidiendo disculpas
si es que alguno se me ofende
o mi china se me ofusca.

El machismo es alevoso
y no menos en mujeres
que viven para agradar
al salame que se acerque.

No entiendo, digo, sincero,
que una mujer gaste guita
levantándose las nalgas,
achicándose la panza
y agrandándose las lolas,
si más tarde o más temprano
lo más seguro, señoras,
es que todo eso se caiga.

A los criollos verdaderos
nos fasinan las mujeres
que luchan y que trabajan
y no se andan todo el día
con el espejo en la cara.

Está muy bien arreglarse,
ponerse linda y demás,
pero vivir para eso
denuncia cierto vacío
y vida superficial.

A mí la china me gusta
sin careta ni reboque,
coqueta pero tampoco
todo el día de retoque.

Cara lavada, “güen día”,
güena onda y alegría
visten más a una persona
que cualquier perfumería.

Con los gauchos caretones
pasa lo mesmo en Mendoza,
se han puesto muy remilgaos
parecen enamoraos
dellos mesmos los tontones.

Y en esta danza superflua
del más lindo y la más linda,
la vida pasa fugaz
y si querés acordarte
de alguna cosa importante
no podés, mejor primero
depilate o afeitate.

He aquí el culto, señores,
del ser liviano y trivial,
puro cuero, nada e seso
y ansina es como nos va.

Este gaucho moralista,
despojao y cerebral,
está triste porque ve
un paisaje e maniquíes
todos igual arreglaos,
no hay ninguna diferencia
entre muñeco y humano.

Y hasta aquí llego, cansao
de criticar como vieja
las cosas fieras que veo
en la Mendoza careta.

Ya me despido, quería
dejar costancia nomás
de que no me gusta nada
lo que veo en la vedera,
no soy santo ni perfeto
y muchas veces me caigo
en lo mesmo que critico,
por eso escribo, estimaos,
pa acordarme de zafar
desta gran estupidez,
un virus muy estendío
que se suele contagiar.

Ya lo digo Enrique Santos,
en cambalache vivimo,
ochenta año y no aprendimo
dese tango ni un comino.

 Set. 2012


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