Tras una larga convalecencia por el covid, y eufórico, el payador celebra una iniciativa del turismo provincial.
Mi madre, qué maravilla
que me acabo de enterar:
Mendoza tendrá una Plaza
del Vino, por fin se dieron
cuenta de lo necesario.
Este turismo pituco
de bodegas de empresarios
que tocan mal la guitarra
y artistas decorativos,
creará por fin un espacio
para borrachos de plaza,
que podrán por fin mamarse
sin que la yuta los corra
ni la Muni los persiga
ni los trate como lacra.
Dicen que dicen que dicen
que el anteproyecto incluye
bebederos con malbec,
tempranillo y cabernet.
Y pa les criolles finolis
pinot noir y pinot gris,
chardoné, chablis, chenín,
y el famoso torrontés.
Habrá también, se comenta,
una canilla especial
que surtirá un espumante
pa’ entrarle con libertá.
No faltará el toro viejo,
ni tampoco el pico de oro,
el termidor ni el uvita.
Cada jornada con vino,
la plaza será bendita,
hasta la Pacha se pone
feliz con la iniciativa.
No se asusten, paladares
conquistaos por lo moderno:
también habrá vinos dulces,
con chocolate y tardíos,
que la plaza no segregue
los gustos del populacho
ni de la gente con brillo.
Bienvenida, pues, y entonce,
semejante maravilla,
seremos de la partida
cuando inauguren la plaza.
Llevaremos una taza
opaca, como hacía
cierto intendente manyín
(y con rispeto lo digo)
que se tomaba un champán,
un güisqui u otro brebaje,
en su jarro camuflao
y aunque todos lo sabíamos
nos quedamos muy callaos.
Antes de irme les pido
disculpa, fieles letores,
por mi ausencia prolongada.
Anduve medio boleao
con el bicho del covid,
me dejó meses postrao
sin aire ni pa soplar
una velita feliz.
Nos veremos, si Dios quiere,
en el Centro de Congresos,
ahí cerquita ’e La Enoteca
y el Auditorio Bustelo,
brindando en la bella plaza
que –doña Vicario ha dicho–
será espaciosa y coqueta.
Y ya que estoy entonao,
le tiro letra al gobierno:
que la plaza se inaugure
en una fecha especial
–para alegría de muchos–
o que un día al menos cobije
la Bendición de los Frutos.
11 de noviembre de 2022.
