viernes, 23 de noviembre de 2018

Siempre estaré con el débil y nunca con el canchero

El payador les da con un caño a los tipos que plagiaron a conciencia en un concurso de diseño, expone su arcaico método educativo, y de paso le tira unos palos al amigo Ulises Naranjo.



Los peones formaban versos
con sus antiguos dolores.
Después vienen los señores
con un cuaderno en la mano,
copian el canto paisano
y presumen de escritores.
                                               (Atahualpa Yupanqui, «El payador perseguido»).



Gauchos vivos siempre hubo,
y habrá, por eso son gauchos.
Miren si no a estos muchachos
que copiaron y pegaron
una obra y la mandaron
al concurso del afiche
y la imagen de Vendimia.

Si pasa, pasa, pensaron,
los gauchitos vivarachos…
Martín Fierro y don Vizcacha:
les pido que me perdonen
pero esta vez sus amigos
se pasaron de ladrones.

Viveza criolla está bien,
afano premeditado
es una cosa distinta.
Que no se mezclen las tintas
morales en este asunto:
son unos irresponsables,
caraduras sin doblez,
que dejaron a don Diego
en ridículo otra vez.

Es cierto, digo también,
que el jurado del concurso
estuvo bastante lento,
distraído y hasta mermo,
pero no tiene la culpa
de que le metan el cuento.
Ya saben para la próxima:
no hay que confiar ni en la sombra
cuando se habla de diseño.

«No es para tanto», lanzó
en un diario digital,
un tal Naranjo, queriendo
salvar a estos mequetrefes,
matizar la felonía
de semejante esperpento.
Y se largó con Fucó,
Roland Bar y muchos más
haciéndose el erudito
pa distraer la mirada
del afano al filipino.


¿Qué le pasó al Odiseo
de Mendoza por el bocho?
¿No será nomás pereza
de no encontrar más noticias
y largarse a escribir eso
para ablandar el choreo
liso y llano de tres quesos?


(De todos modos entiendo
su tentación de escribir
y provocar al burgués
contradiciendo el planteo).

Pero no quiero ensañarme
con mi amigo de hace años
(él sabe que yo lo quiero,
y por eso lo aporreo)…
simplemente manifiesto
mi distinto pensamiento,
y lo vuelco en estos versos.

Así y todo, sigo acá,
intentando comprender
por qué se mandaron esa
estafa los muchachitos.
Las disculpas no nos sirven
o suenan insuficientes,
como una cosa de márquetin
o la actitud del violento
tipo que le da una biaba
a su mujer y después
pide perdón con el cuento
de «fue sin querer queriendo».

Imaginensé, letores,
el tremendo despelote
que se hubiera producido
si el plagio no hubiera sido
descubierto en corto tiempo.
Toda la ciudad cubierta
(la provincia, el país)
de un dibujo cuatrereado
a un artista muy lejano
pero harto conocido
en el mundo del diseño.

Es mejor no imaginar
la tragedia ni gritar
los goles antes de tiempo.
Ojalá que estos muchachos
aprendan con este hecho
a no ser irresponsables,
a tomar la cosa en serio,
y dejar el canchereo.

Ya me voy, soy moralista,
disculpen los posmodernos.
La culpa la tiene el viejo
don Víctor Arturo López
que me enseñó a hacerme cargo
cuando me la mando feo
y en vez de pedir disculpas,
(que es educado y correcto),
aceptar que me equivoco
y aguantarme el aporreo:
nada es más «educativo»
que un buen coscorrón a tiempo.

Espero que ahora no vengan
con que le echo leña al fuego
de la punición y eso:
sé que el Código de Faltas
es basura del medioevo.
Así que ya me despido
y que les quede bien claro:
siempre estaré con el débil,
y nunca con el canchero.


Noviembre de 2018

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