viernes, 17 de mayo de 2013

Cuando muere un genocida, no hay que ponerse contento



El payador reflexiona sobre la muerte de Jorge Rafael Videla.



Hoy murió don Rafael
aunque no deba tratarse
de «don» a este tipo malo
que con su equipo nefasto
mandó al país al cadalso.

Esta mañana se jue
(dicen «muerte natural»),
en prisión, como se debe,
el genocida mayor
que la Argentina recuerde.

Primero sentí alegría
y me dije «no está bien
alegrarse por la muerte»
y dispués me dio tristeza
porque Jorge Rafael
se llevó a la tumba cosas
que necesitan certeza.

Declaró el otro día
que la memoria le falla
que no ricuerda ni dónde
ni a quiénes asesinó,
ni las órdenes que dio
cuando era el que mandaba.

Ansí que, amigos letores,
este no es día feliz,
porque el silencio cospira
y escabulle la verdá
sobre miles de personas,
mujeres, hombres, bebés
robados y torturados
que están desaparecidos
y los seguimos buscando.

Mucha pena hay que sentir
por el silencio que deja
este asesino maldito,
cruel, impiadoso, perverso
que no merece ni medio
ni un segundo de silencio.

Sigamos nuestro camino
buscando siempre justicia,
son muchos los argentinos
que cargan con esta deuda
y somos todos, sin duda,
los que queremos rispuestas.

Adiós, no voy a brindar
porque murió la serpiente
más venenosa, sin duda,
de la junta militar,
con perdón del animal
que nada tiene que ver
con este bicho bestial
que se ponía uniforme
para salir a matar.


Mayo de 2013


No hay comentarios:

Publicar un comentario