El payador desmenuza los peligros y responsabilidades de andar en vehículo.
El tránsito en la ciudá,
en el campo o en la ruta
es un tema pa tratar
con las luces encendías,
el cinturón ajustao
y sin alcol en las tripas.
Acá en la bella Mendoza,
la gente muestra en el coche
lo que piensa e los demás:
es decir, no se rispeta,
no se quiere ni protege,
le importa un pomo la vida
del que maneja al costao.
Es decir que, risumiendo,
el pensamiento esencial
del conductor mendocino
sería, sin ir más lejos:
“yo me cago en los demás”.
Los coletivos son mostruos
que se te tiran encima.
Los taxistas, Ayrton Senna
resucitao en las pistas,
y siempre está el más machista,
el más tuerca, el más arado,
que te putea por las dudas
y del guiñe se ha olvidao.
Camioneros y choferes
de larga distancia sufren
por el trabajo estenuante:
casi siempre el accidente
pasa porque el conductor
se reapoliya al volante.
Y ahura que viene el tranvía
ese gusano relargo,
importao y colorao,
ya se sabe que habrá muertes
por shumajers y suicidas
que cruzarán sin mirar…
porque sepan, compañeros,
que en los cruces del tranvía
no habrá barreras ni vallas:
un semáforo bien grande
tratará de detener
a las bestias con volante
que andan por la ciudá
sueltas como animalitos
en este escalétric loco
donde naides pisa el freno
y menos pone baliza.
Y luego vienen los padres
que se paran en la escuela
para buscar a su bella
princesita con trencitas.
Ella sube despacito
a la nave de papá
y atrás venimos nosotros
puteando al de doble fila:
“juna y gran perra, pará,
pagá un estacionamiento
y no cagués a los otros
por hacerte el limusero”.
Hay también dos problemitas
que se hacen muy evidentes
cuando uno surca las calles:
mucho culillo al volante
y mucho anciano también.
Los primeros, unos cuetes,
irresponsables y zonzos,
asesinos muy precoces,
tuerquitas pal manicomio.
Los viejitos, pobrecitos,
un verdadero peligro,
ya no les quedan reflejos
más que en su pelo canoso.
No le hacen favor a nadie
al renovarles licencia,
porque son más peligrosos
que caballo sin ojeras:
doblan sin poner el guiñe,
frenan cuando se les canta,
no escuchan los bocinazos
manejan como si jueran
ellos solos por la calle
y risulta que hay cien autos,
viejo querido al volante,
que esperan para pasarte.
Pero güelvo a los gurises,
porque son más peligrosos.
Sacan el auto a la siesta
y empiezan a acelerar
en cada esquina disierta,
hasta que se cruza un niño
y lo llevan pa otra fiesta.
El sábado a la mañana,
el pichón de mostro tuerca
le saca el brillo al revólver
con techo y con cuatro ruedas.
Yo me guardo en mi garaje,
me escondo como soldao
que sabe que enfrente tiene
a un ejército esperando.
De motos y bicicletas
vamo a tener que hablar.
Se cuelan por todas partes
a cualquier velocidá.
Y junto con los peatones
son las más desprotegías
en la selva de las ruedas.
Están los bicisalames,
que andan con auriculares
y no escuchan ni bocinas
ni ruidos, muy esenciales
pa conducir con destreza.
A vos que sos motoquero
te gusta llevar el casco
y adornarte bien el brazo
para que cuando choqués
tu cabeza quede chata
con tremendo topetazo
y tu codo bien intato.
El asunto del alcol
es pa analizar despacio:
pa qué vas a ir a una fiesta
si no podés ni chupar.
Deberás acostumbrarte
a salir con copiloto,
que el que chupa no maneja,
si maneja es asesino,
irresponsable, inconciente,
y en todo caso rechoto.
Así que si estás solo
y tenés tremenda fiesta
guardá el auto y tomá un tasi,
una carreta, un remís…
La familia, agradecida,
que no anden borrachos sueltos:
es la forma más segura
de que no te mate un ebrio
y poder seguir feliz.
Y pal último me quedo
con el bobo en camioneta
que habla por celular
y pone jeta de estar
conversando con la mina
más tremenda del planeta.
O la mujer distraída
y con la trucha pintada
que toma su celular
y habla con la masajista
o con el macho e la lista.
Qué vamos a hacer, señores,
con gente tan descuidaa.
No le importa seguir viva,
sale tarde de la casa
y se larga a la ciudá
a manejar apurada.
Ansí es imposible, hermanos,
que el tránsito no sea un caos,
un peligro o un suicidio.
Yo me güelvo a mi refugio,
me cebo un mate, abro un libro,
me meto abajo e la cama.
Y si me quieren llevar
a hacer un trámite al banco,
mejor pónganle rueditas
y tráiganme el banco a casa.
Pa despedirme aconsejo
el manejo defensivo:
es decir, andar atento
y frenar en cada esquina.
Junar para los costaos,
consultar retrovisores,
respetar el amarillo,
el verde y el colorao.
Por las dudas les trasmito
a familia y allegaos,
a estraños y conocidos,
sacar siguro e vida,
tocar madera parao
y encomendarse sin duda
a nuestra Virgen del Tránsito.
17 de marzo de 2012
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